Eso decía mi amigo cuando le preguntaba por algún disco de
música venezolana.
-Adolfo, tú no tienes el disco de Benito
Quiros, en el que está la canción mis dos… Antes de terminar la oración, mi
amigo respondía: - Cara’, que ganas tienes tú.
Pocos días pasaban y si corría con más suerte, minutos para tener la dicha de obtener el disco para mi deleite, en ese caso particular, el LP, grabado en disco compacto con la canción “Mis dos amores”, una jocosa pieza de música venezolana, que podría haber sido cantada fácilmente por Adolfo, quien tenía virtud del margariteño, la instantánea gracia autóctona.
Pocos días pasaban y si corría con más suerte, minutos para tener la dicha de obtener el disco para mi deleite, en ese caso particular, el LP, grabado en disco compacto con la canción “Mis dos amores”, una jocosa pieza de música venezolana, que podría haber sido cantada fácilmente por Adolfo, quien tenía virtud del margariteño, la instantánea gracia autóctona.
Nueve o diez años mi edad
cuando conocí al Sr. Adolfo, así me refería a él, con mucha formalidad antes de
hacer buena amistad e informalmente con el pasar del tiempo. Hoy su nieto Santiago, el hijo menor de
Tomás, utiliza el titulo señor conmigo, así ha pasado el tiempo.
Con motivo de su partida física y
para que no solo permanezca en la memoria de quien lo conoció, dedicar líneas
de anécdotas es tarea grata.
Adolfo no fue músico pero fue amante de la música, de toda música, de escucharla él y todos con mucho volumen, fue un coleccionista, música venezolana por excelencia, discos de acetato de Simón Díaz, Gualberto Ibarreto, José Ramón Villarroel, Hernán Marín, Quinteto Contrapunto, Hernán Gamboa, Serenata Guayanesa y más, son esos algunos que disfrutaba acostado en una hamaca en el patio mientras su esposa hacía los dulces típicos asuntinos.
Adolfo no fue músico pero fue amante de la música, de toda música, de escucharla él y todos con mucho volumen, fue un coleccionista, música venezolana por excelencia, discos de acetato de Simón Díaz, Gualberto Ibarreto, José Ramón Villarroel, Hernán Marín, Quinteto Contrapunto, Hernán Gamboa, Serenata Guayanesa y más, son esos algunos que disfrutaba acostado en una hamaca en el patio mientras su esposa hacía los dulces típicos asuntinos.
Con la llegada de la tecnología,
Adolfo utilizó muchas de sus horas escuchando y mejorando sus long play o elepé, convirtiéndoles al formato compacto. Era él, de otra generación distinta a la actual, la tecnológica, pero logró entender con
dedicación la llegada de esos aparatos y su uso.
No solo fue música. Cotoperíes, hicacos,
mangos, mangas y árboles de esos y otros frutos sembró, defendió de cada generación que
durante la infancia, atacó con palos, piedras, latas y trepadas. Quienes lo hacían, si corrían con suerte, él les daba permiso de bajarlos sin la presión
de ser descubiertos asaltando a escondidas.
En navidades se escuchaban villancicos, parrandas, aguinaldos desde su casa; precisamente en esa época, en
algún año pasado, recibí un disco, con la lista de canciones manuscrita y el título decía: “Medio Evo”. Le había preguntado algunos
días atrás:
- Adolfo tienes esa canción de la muchachita que canta gritando, la que pide la cantimplora.
Ese día no fue la excepción, repondió:
- ¡Cara’ Simonatooo! Te he dicho que ¡Tengo to’a vaina! Es de Medio Evo.
- Adolfo tienes esa canción de la muchachita que canta gritando, la que pide la cantimplora.
Ese día no fue la excepción, repondió:
- ¡Cara’ Simonatooo! Te he dicho que ¡Tengo to’a vaina! Es de Medio Evo.
Para mi amigo Adolfo Rafael † 24-01-2016