Los cuentos de
los abuelos margariteños que narran la vida del insular, la cotidianidad o las costumbres más autóctonas, siempre son adornados con la
tranquilidad de dormir a puertas y ventanas abiertas, sin protección, sin rejas,
eso fue hace no mucho tiempo. El paraíso de vivir en la isla era resaltable por
la seguridad, de la misma forma en que se destaca la maravilla de contar con
las playas más bellas de Venezuela, esas playas donde podías pernoctar, ir de
pesca, campamento, sin pensar en miedos y violencia, era impensable en otrora
que sucediera algún hecho de violencia que perjudicara la integridad del
margariteño y/o visitante.
Lo destacaba
José Marcano Rosas en Testimonios
Margariteños: “Margarita estuvo
durante muy largo tiempo sensiblemente sustraída de la supuesta influencia, de
toda índole, que como isla cercana al país continental debió prevalecer…”;
algo que muchos otros autores, abuelos y padres defensores de la insularidad lo
han expresado.
Si bien es
cierto que Margarita no volverá a ser la misma, gracias a los cambios y
alteraciones en la cotidianidad, la economía vigente y las malas costumbres
permitidas, se hace necesario exigir como margariteños, los mejores deseos y
recuerdos de Margarita y su gente, voces de reclamo y firmeza para con quienes
dirigen o dirigirán el gobierno insular, para quienes representan la
isla fuera del terruño.
Con motivo de la
situación recientemente acontecida en Margarita, hecho condenable, que no es
ajeno al conocimiento de la sociedad pero que ocurrió en la región que hasta
hace no muchos años era considerada el paraíso tropical de Venezuela, es
razonable destacar unas breves líneas que reseñe y funja como queja ante las
autoridades y representantes, quienes debieron no solo condenar los hechos,
sino buscar e implementar las herramientas para evitar que el comportamiento y
la zozobra que causaren personas privadas de libertad, disparando armas dentro de
un recinto penitenciario, afectando así al ciudadano, vecino y poblador de la
región, no se repitan.
Es necesario
que la insularidad del margariteño como gentilicio sea exaltada en todos los
niveles, debe hacerse
obligatorio, una gran campaña permanente que resalte todas aquellas creaciones,
personalidades con alto valor
moral, académico, artístico para contrarrestar la infinidad de ejemplos cargados
de antivalores que atacan la sociedad y que han desvirtuado la esencia de la
isla, de Paraguachoa. Ya lo avizoraba Domingo
Carrasquero en sus zapatos maqueros “Desde que usted
estaba ausente, todo se estaba cambiando y esto se iba transformando y así le
duele a mi gente“, se quedó
corto, cambiar tradiciones u olvidar las tradiciones no es buen
presagio.
A modo de propuesta, para evitar el olvido de las raíces
y honrar el trabajo del margariteño, podrían sustituirse las vallas con fotos
de personeros de gobiernos nacionales, regionales y/o municipales,
para así destacar en esos espacios: La hazaña de los pescadores en
sus faenas, el trabajo de investigación de Francisco Antonio Rísquez, las
bondades de esos muchos profesionales margariteños que tienen méritos y han
aportado tanto a la región. Son solo pequeñas muestras de buenos ejemplos que
deberían ser difundidos y repetidos, para enseñar y motivar a las nuevas
generaciones a ser buenos ciudadanos con sentido de pertenencia.
Nueva Esparta
y sus habitantes, enamorados de corazón, nacidos o navegados sin distinción,
luego de la situación de espanto, desagradable y de terror que generó un hecho
delictivo y sus consecuencias, esperaban más de sus voces en la Asamblea
Nacional; Luis Emilio Rondón, Orlando Ávila, Jony Rahal, Tobías Bolívar y Dinorah Villasmil, diputados recientemente elegidos, no participaron para expresar con
conocimiento de causa y como principales representantes de los afectados, el
pueblo de Nueva Esparta.
Dijera la abuela de quien escribe, por cierto margariteña ella, “como el que se caga y no lo siente”, unos paseando por el hemiciclo, otros ausentes, en fin.
Dijera la abuela de quien escribe, por cierto margariteña ella, “como el que se caga y no lo siente”, unos paseando por el hemiciclo, otros ausentes, en fin.
Lo cierto es, que
mientras transcurría la discusión del asunto penitenciario detonado por el
hecho ocurrido en San Antonio, Margarita; la voz del pueblo no se escuchó, quedando afectados por cierres de calles, suspensión de actividades en colegios
y universidades, sin transporte público cual paro o fiesta nacional.
Margarita como
parte de la Venezuela que sufre por la inseguridad, por la incorporación habitual
de la obscenidad, por el irrespeto a los derechos humanos, necesita de la gente
moral y eticamente respetable, necesita de voces que expresen con urgencia pero
con coherencia, con sentimiento pero sin miedo, el respeto al margariteño y su isla que va
perdiendo su paraíso por omisión gubernamental.
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