Criterio Nuestro es el blog personal de Simón Adrián Peraza Lazarde. Un poco de mucho donde participan colaboradores escribiendo opinión, investigación y demás géneros periodísticos o literarios.

sábado, 30 de abril de 2016

Un caudillo innecesario

Dicen que la historia se repite y si que sucede. Venezuela desde su independencia ha repetido historias quizás sin querer queriendo. Los caudillos, esos dirigentes con uniforme militar, engavetado o no, han intentado convertirse en los salvadores, único y omnipotentes fundadores de la república, sin saber, que república y caudillo son términos excluyentes. La república se debe a un pueblo y el caudillo se debe a él y su insurrección.

El gendarme necesario de Laureano Vallenilla Lanz, expresa a la perfección quizás el foco fuente de la historia caudillista en Venezuela, la disputa por el poder en época independentista. Bolívar con su pensamiento firme en la creación de la república con una constitución que a criterio del autor era aceptada por Santander, y por el otro lado, Páez con su pensamiento separatista, distanciado a la república.

Otro indicio para alimentar la realidad caudillista que nació en la época de independencia y que comparto con el autor, es la migración de las clases pensadoras que dejaron el camino a los héroes de guerra con mérito en la fuerza bárbara.

 Los fantasmas del caos que se vivió en ciudades, unas por guerra y otras por la excesiva paz que desmanteló la producción y capacidad de mantener económicamente a la población en las ciudades, también complementaron el problema de gobernabilidad en la época de independencia y  fueron caldo de cultivo para el fenómeno caudillo.

Los avanzados principios republicanos contrapuestos a caracteres negativos como los describe el autor de holgazanería, vicios, insubordinación y factores alejados del Libertador, su educación y su forma, convirtieron su estirpe en un modelo menos popular, olvidando su trayectoria independentista americana.

Así fue como el primer gran caudillo escribió su nombre como gendarme de la nación. Del escrito que le hiciese al libertador en 1827, Páez destaca en sus palabras el querer del pueblo, él para gobernante: “…se me obedece es mas por costumbre y conformidad que porque yo este facultado para mandar; es porque estos habitantes me consultan como protector de la republica, pidiéndome curas, composiciones de iglesias, como abogado…”, misiva que en sus palabras forjaba el próximo inicio, el caudillo con múltiples atribuciones imposibles bajo la constitución en época republicana.

El nuevo estado post independencia se debatía entre el Libertador que al terminar la guerra dejó su estampa de guerrero, prevaleciendo su rostro de noble clase social contra el sentimiento de la población, afecto a la figura revolucionaria, el llanero Páez.

Pareciese entonces que para ser digno representante gubernamental es un deber cumplir con el guión de la procedencia humilde, falta de instrucción y un poco de experiencia militar, quizás estos algunos de los elementos básicos que le bastaron al general Páez para proteger su autoridad como lo distingue Vallenilla.

El movimiento separatista resaltando el perfil del más fuerte, el más valiente de los guerreros gritó: ¡General! Usted es la patria, confundiendo para mal y sin saber, al caudillo con quien debe gobernar.

El caudillo cuando Santander solicitó su presencia en el congreso para intentar anular su proceder, dijo: “Algunos enemigos gratuitos o envidiosos de glorias que no pueden adquirir, han tratado de destrozar hasta mi propia reputación forzándome a que ocupe también la plaza de un filosofo… ¡Qué cosa tan extraña, querer hacer de un llanero un filósofo!...

De lo anterior pareciese entonces que el fenómeno caudillo, presente desde la historia antigua a la más reciente en Venezuela, sea como sea que llegue al poder, sea escalando, eligiéndose o haciéndose elegir, comparten un gen popular, frases con dirección pueblo para arengar a sus fieles adeptos, lo que históricamente ha demostrado no ser razón para gobernar ni un gendarme necesario.

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