Lo más cerca que habían estado de otros países,
ocurrió en época de mundiales de fútbol. Cada quien miraba los encuentros en su
hogar. Era época de Romario, Bebeto, Hagi y el final de la carrera de Maradona, con aquella suspensión por dopaje.
Al finalizar aquellos encuentros del deporte que mas grupos de personas une,
sin aviso, sin llamada telefónica, esa llamada con discado largo desde un
teléfono gris con bocina y auricular de gran tamaño; sin la existencia del
actualmente obsoleto mensaje de texto; pero con la coincidencia y el
compromiso, tan exacto como reloj suizo; llegaban todos los invitados al
verdadero mundial, ese donde nacen los sentimientos, gustos por equipos y
jugadores del deporte con más influencia en el mundo.
Son las cuatro y media de un año mundialista, el
sol cubre aún, mitad de la cancha de juego, se discuten los integrantes de cada
equipo, no habrá luz artificial, se jugará hasta que la luz natural lo permita,
poco más de las seis de la tarde, hora de despedida de la jornada. Pocos son
los que tienen franelas alusivas a equipos, algunos no llevan calzado. Goles y
más goles, son narrados por algunos en las gradas; muchos goles son celebrados
cual partido oficial.
Durante este período, días así, se repiten,
incautos todos los participantes ante un
futuro lleno de gustos, obligaciones y disponibilidades diversas, que obligarán
a cambiar aquellas buenas tardes de gritos de gol. Pocos fueron los
conscientes. Argentina, España, Francia, Alemania, entre otros; fueron algunos de los países motivadores para
muchos, en aquellos juegos de fútbol, países que al día de hoy, se han
convertido en los principales destinos de aquellos futbolistas adolescentes,
que a la fecha buscan tranquilidad, armonía, oportunidad, prosperidad que
permitan lograr metas.
Si algo en común gozan esos futbolistas de tardes
soleadas, es de arraigo. Cada uno más venezolano que otro. Difícil decisión,
cambiar de residencia. Familias enteras lo intentan, con lejanas mudanzas,
dejando lo conocido, aspirando lo mejor, asumiendo nuevos y desconocidos retos.
Migrar es un término reconocido por nacionales y
extranjeros que residen en el País. Portugueses, españoles, chinos, árabes,
chilenos; llegaron huyendo de realidades con consecuencias similares a las que
hoy en día, vive la nación de Bolívar. Inseguridad, indignación, corrupción,
escases son palabras comunes en el vocabulario patrio que describen la
situación real actual.
La búsqueda de calidad de vida, es el punto común
del movimiento migratorio venezolano y quienes permanecen luchando contra la
fuerte corriente de problemas, no desean marcharse. Muchos logran migrar con
éxito; se establecen, estudian, hacen familia pero siempre anhelando volver, a
la Venezuela bella, esa de paisajes que es y de gente cordial que quiere seguir
siendo pese a las calamidades. Ojalá pronto podamos citar: Los que volvieron y
no los que se fueron.
Por Simón Peraza Lazarde
@sapl42
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