Después
de la tormenta viene la calma dice un refrán más que conocido. Venezuela vive
desde hace mucho en una tempestad política, social y económica permanente que
solo el precio del petróleo era capaz de disfrazar.
Para
un venezolano común, como tú o como yo, quien hoy escribe, con un ínfimo
salario mínimo, es inimaginable e
inentendible las cifras en dinero que han entrado a nuestro país desde la
llegada de la revolución, quizás más difícil aún será visualizar la suma de
dinero malversada durante la fatalidad de la dirección roja.
La
oscuridad acostumbrada por la dirigencia de estas casi dos décadas, su
responsabilidad ante la destruida economía, su caótica política funcionarial,
sumada al control del poder judicial dirigido por el amiguismo partidista y la
represión a la independencia de los poderes públicos dificultó la justicia y
promovió la cultura corrupta.
Ahora
que el petróleo no está ni cerca del anhelo revolucionario que permitía
dilapidar y repartir a migajas la miseria con la población, siguen señalando
culpables de la crisis en todas direcciones sin percatarse que al señalar con
el índice los cuatro dedos restantes señalan al verdadero culpable de la crisis
nacional.
Los
venezolanos en su condición democrática, permitieron un día ingresar a la
política a un grupo mercenario, golpistas notorios que alcanzaron el poder
político a través del juego electoral pero que transitan alejados del camino
democracia. Los culpables de hoy,
quienes nauseabundos se expresaban de la corrupción en tiempos de cuarta, hoy
distraen su atención y se visten de ovejas ante su enjambre corrupto.
Lo
cierto es que el pueblo venezolano ha identificado a los culpables, ha
entendido el modus operandi de un gobierno que no respeta preceptos
constitucionales, que no conoce la coherencia entre lo que profesan y sus
actos. Un gobierno que sigue gestando la tormenta que pronto traerá la calma.
@sapl42
Simón Peraza Lazarde
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