Las habilitaciones, los permisos, la autonomía. Una renovada forma de corrupción en tiempos de pandemia.
Corren tiempos difíciles en Venezuela: tiempos de recesión económica, de pandemia, de cuarentenas; sin gasolina, agua ni luz. Algunos con dolares otros muchos con dolores y la mayoría de la gente pasando trabajo.
Esta situación ha obligado a la corrupción en nuestra hermosa ínsula a reinventarse (palabrita mas que baboseada en estos tiempos), renovando y potenciando viejas estrategias para seguir robando a cuanto inocente o no tan inocente se les atraviese.
Durante décadas el sector donde hice vida profesional fue inmune, o casi, a la corrupción. Eran muy pocos los casos que se veían y los farmacéuticos nos sentíamos orgullosos que las cosas funcionaran legalmente sin necesidad de coimas o amiguismos. De reojo veíamos a veces como a algunos inspectores de otros sectores o a sus jefes les regalaban botellas, comidas o un sobre por aligerar el otorgamiento de permisos o hacerse los ciegos ante violaciones de normas legales. Eran muy pocos, de sobra conocidos, muchas veces denunciados y hay que reconocer, pocas veces castigados.
Pero, parafraseando al cantor aquel ( Y en eso llego Fidel. Carlos Puebla): “Llego Maduro II y mandó a acelerar”. Desaparece el recato y la decencia, sin sonrojo alguno funcionarios de toda categoría se dedican a la caza de incautos a quien esquilmar usando las excusas de lo lento de los trámites a menos que se "habilite" previo pago en dolares. La autonomía da para todo. Jefes sinvergüenzas ¿abogados trastocados en sanitarios? exhortan públicamente a sus subordinados a salir a la calle a cerrar establecimientos o inventar sanciones que luego son levantadas previo pago, no en bolívares devaluados sino en billetes verdes con la cara empelucada de Benjamín Franklin. En las oficinas circula un tarifario de la corrupción que todos conocen y muchos aplican. Las sanciones se levantan en oficinas cerradas y pasillos oscuros lejos de la mirada de los decentes que gracias a Dios aun quedan.
Lo triste y dramático es que los que deberían protestar prefieren ver hacia otro lado, taparse las narices y uno que otro, también sobradamente conocido se convierte en gestor de la corrupción recibiendo como pago sonrisas, palmaditas e impunidad para sus desmanes.
Eso algún día se acabará estoy seguro y los que hoy abusan, corrompen y son corrompidos tendrán que rendir cuentas y ser castigados. Con esa fe me mantengo y le pido a la Virgen del Valle que algún día la justicia se imponga juzgue y castigue. También pido que nunca se vean esas acciones de robo y corrupción como algo normal en nuestra amada isla, en nuestro amado país.
Por Rafael Silva Figueroa
@avlis1000
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