El nuevo año sí sirve. Sirve para seguir viviendo, empezando otra época con energía renovada y más ánimo. Esa celebración funciona desde hace añales así, las personas abren un ciclo tras cerrar otro. Justo con el cañonazo empiezan a vislumbrarse oportunidades para cumplir propósitos. La mente logra con ese ritual de pureza, resetear y dar un aire novedoso al portador, olvidando todo suceso y hecho negativo vivido.
El veinte veintiuno según los que saben y también los que aprendieron a surfear la ola veinte veinte, es decir, a caer y pararse, recibir un golpe y esperar que el otro sea menos fuerte, será una invitación de asistencia obligatoria a continuar el difícil rumbo impuesto desde antes, en el dos mil diecinueve y que dejó más de 80 millones de enfermos por coronavirus y casi dos millones de muertes globales, cifra oficializada en las estadísticas de Google al cierre del recién finalizado calendario.
Vaya usted a saber quiénes decidieron que un laboratorio chino esparciera un virus de muerte, lo que sí sabemos es que en ese mismo país asiático, el murciélago grande de herradura china (Rhinolophus ferrumequinum) y otros pequeños mamíferos como: las civetas (Paguma larvata) y perros mapaches (Nyctereutes procynoides), todos fuentes del mismísimo virus, son parte de la dieta de un porcentaje considerable de la población que acude a mercados de animales vivos, para satisfacer hambre y extraños gustos. Corresponde entonces seguir lidiando con eso y más, la distancia social, las vacunas de distintas procedencias, unas con más y otras con menos porcentaje de efectividad; y una nueva cepa del virus que obtuvo ciudadanía británica.
Sin importar las cargas que deja el año viejo, los que superaron el reto 2020, pudieron resetear la testa y para este nuevo circuito de 365 días, han iniciado según las costumbres nacionales, sin alterar el tradicional feliz año a todo el que se atraviesa hasta finales de enero y más allá, esta vez en modo cuarentena, cumpliendo con la normativa sanitaria, sin abrazos ni besos, resaltando el sentido común. Ante todo, de lejitos.
Así hemos hecho el primero de enero en nuestra comunidad, lejos aún de mercados con animales exóticos. Aquí hemos aprovechado el primer corte de luz 2021, cargados con la buena y poderosa energía, para darnos el feliz año mientras nos preguntamos, si aquella cesta navideña que recaudamos a solicitud del personal de la estatal eléctrica del turno del 29 de diciembre, entregada luego de esa jornada de 9 horas sin servicio, será recordada aún y vendrán nuevamente -con su premura característica- pero sin cargo adicional, en esa sonora camioneta Toyota Land Cruiser de color marrón con cauchos lisos que sigue rodando, para reconectar el servicio una vez más y seguir con este año nuevo que se parece tanto al anterior.
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