Son muchos los
países y ciudades del mundo que viven de la actividad turística. La cercana
isla de Aruba, por ejemplo, vive de las visitas que buscan hospedarse en
hoteles y posadas con vista al mar; Barcelona, la ciudad española, se encuentra
en el top de las urbes mundiales, y si bien no vive solo del turismo, es esta
actividad de las principales fuentes de ingresos, gracias a su cultura, su
gastronomía, su ubicación e importantes zonas costeras que permiten el zarpe de
imponentes cruceros.
En Latinoamérica
hay un caso representativo de turismo que pudiese tomarse como ejemplo para
Margarita. Costa Rica, sin ofrecer más que bellos paisajes y bienestar, ha
hecho de su imagen su lema: “Pura vida”. Esta frase arraigada en la cultura
costarricense se ha dado a conocer y exhibe al mundo la amabilidad en la
atención para con otros seres humanos que viven o visitan el país.
Sí, paisajes y
bienestar, dos palabras. La primera de ellas está en Margarita y solo basta con
pasear por cualquier costa de la isla y observar sus playas de arenas blancas.
Ahora bien, el bienestar es algo sencillo de escribir pero no de aplicar porque
comprende la satisfacción de convivir con tranquilidad y amabilidad.
La campaña para
convertir a Margarita en destino turístico - algo que fue otrora - debe empezar
por la educación en todas las escalas; el trato cordial de margariteños,
comerciantes, visitantes, prestadores de servicios turísticos y funcionarios.
Por ejemplo, los
policías de la región deben fungir también como servidores, cumpliendo un rol
en beneficio del turismo; convertir a la policía en un apoyo para los
visitantes podría ser el mejor ingreso para el terruño insular.
Para nadie es un
secreto que la delincuencia en Venezuela vive bajo un manto de impunidad, pero
ese motivo no es suficiente para que reine en el criterio funcionarial una
presunción general de culpables. La gran mayoría de los venezolanos es ajena a
la delincuencia.
La indignación que
puede vivirse en las improvisadas alcabalas policiales cercanas a las
concurridas playas margariteñas donde los funcionarios policiales con
prejuicios y falsas presunciones detienen y requisan de manera infame,
irrespetando los derechos ciudadanos de intimidad, honor, respeto, dignidad,
libre tránsito y la presunción de inocencia, no puede estar subordinada a
simples ideas, prejuicios y abuso de autoridad.
Es por ello que
deben prevalecer dentro de las instituciones públicas programas educativos de
formación continua en derechos humanos, trato digno, comunicación, normas,
respeto, valores, ciudadanía y relaciones públicas para corregir y formar a los
funcionarios necesarios para el bienestar, para la Margarita turística.
Por Simón Peraza Lazarde
@sapl42
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