El populismo con su estandarte ha acelerado y extendido el culto al fallecido líder revolucionario.
Desde la confirmación de su muerte se ha iniciado una campaña por
inmortalizarlo que va paralela a la que el labró en sus períodos presidenciales. El monumento en la montaña fue el primero post mortem.
Con la intención obligatoria de crear un nivel de magnanimidad a la figura del de cujus, se ha hecho presente la creación de publicidad, pancartas, vídeos y vestimenta cual marca comercial capitalista, pare usted de contar.
Con la intención obligatoria de crear un nivel de magnanimidad a la figura del de cujus, se ha hecho presente la creación de publicidad, pancartas, vídeos y vestimenta cual marca comercial capitalista, pare usted de contar.
La razón de la
constante efigie, repetida en espacios públicos, eventos, complejos y hasta la
imposición de su nombre a lugares, avenidas y obras, entre otras, no es más que la necesidad de elevar al finado al estatus celestial, el de revolucionario que no pudo ser
interpelado por los desmanes y penurias
que vive Venezuela desde hace más de una década.
En este momento, en que Venezuela se encuentra
en la peor crisis de la historia, donde algunos comen lo que consiguen en la
diezmada variedad de alimentos, otros lo que pueden comprar con su débil
salario en bolívares fuertes y algunos que consumen lo que la suerte o la dádiva
socialista les alcanza; se hace redundante y sin sentido, la aparición de
consignas y pregones para falsos salvadores, redentores de un país batido.
El crecido rechazo
al gobierno en turno y el inminente encuentro con el evento electoral, ha
apresurado el impulso vago por destacar bondades en revolución que desencajan con
la realidad venezolana. La supuesta credibilidad del gobierno y la fidelidad de
sus seguidores pasan por discursos repetidos con alusiones al muerto, por franelas y vallas tiznadas con la mirada vigilante, murales con
falsas y rojas firmas; y por emisiones desafinadas del himno nacional
en voz del "salvador" socialista.
Se evidencia
el apuro por dejar una huella imborrable del socialismo siglo XXI. Las
imprentas trabajan con prisa, titulares irreales con adulación penosa pero sin limitación de papel, así esparcen su tinta en
la gran red comunicacional gubernamental que busca imponer una ideología fracasada, heredada
desde el más profundo resentimiento comunista.
Parece no perciben el legado ya consumado. No hacen falta paredes
manchadas, ni más discursos de alabanza. Él, el eterno, vive en los rastros de
su gobierno, en la sombra del heredero monárquico. El sistema de salud en sí
mismo es el legado, sin insumos ni médicos, gracias al más alto porcentaje de
exportación profesional, consecuencia de los pírricos ingresos de los
profesionales, toda una bandera ese legado.
La delincuencia también se manifiesta con impunidad en su máximo exponente, la corrupción presente a todo nivel desde las oficinas con altares hasta los despachos con fotos y cuadros del extinto, eso también es legado.
La hegemonía comunicacional que a fuerza de reproche y persecución de quien critica es un comportamiento antipatriota, sumándose al legado de las penurias y los antivalores que dirigen la comarca.
La delincuencia también se manifiesta con impunidad en su máximo exponente, la corrupción presente a todo nivel desde las oficinas con altares hasta los despachos con fotos y cuadros del extinto, eso también es legado.
La hegemonía comunicacional que a fuerza de reproche y persecución de quien critica es un comportamiento antipatriota, sumándose al legado de las penurias y los antivalores que dirigen la comarca.
¡Más legado camarada!, no hace falta. ¡Paren
las imprentas!, el legado ya ha cuajado. Destrucción y depresión, represión al
que no acepte, descalificación a quien no guste. Quien denuncia, te prejuzga, te juzga y
te condena.
Por cierto, en
la Alemania post nazi permanecen monumentos, lugares y museos donde se exhiben
muestras reales de las desgracias y daños perpetrados por Hitler y sus
seguidores contra el pueblo Judío, el mundo e inclusive contra el mismo pueblo
alemán, legado de la Alemania actual y moderna. Por eso en Venezuela, ¡No más legado
señor!, suficiente que mostrar.
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