Trabajar
al igual que estudiar son facetas necesarias para cualquier ser humano. Ambas
actividades dan beneficios a quien las practica. Estudiar desarrolla la
habilidad del discernimiento y trabajar permite recibir una retribución que
facilite la atención de necesidades humanas, ambas retribuyen felicidad. Cuando
de retribución hablamos, recuerdo mi primer auto, negro, pequeño pero
muy cómodo. En esa época se iba al concesionario y podías probar cada modelo
disponible, decidías el color entre varios, quizás 3, 5 o más.
Comprar un carro
nuevo en agencia es un sueño que vive en la mente de toda y cada una de las
personas que estudian, trabajan y desean independencia, o al menos la mayoría de ellos.
En algunos países lo usan para ir a trabajar, en otros solo para ir de paseo,
varía de acuerdo a las condiciones del transporte público, los altos costos de
la gasolina y algunas otras razones. Por ejemplo, en Múnich, Alemania, gracias
a normas ambientales, los vehículos han sido clasificados y no todos pueden
circular dentro de la ciudad, por lo que, personas con autos sin permisos
respectivos, se detienen en las estaciones de tren y recogen el auto al volver.
En Venezuela, el
sueño existe, tener un vehículo para no depender del deteriorado transporte
público. En la actualidad, un utópico sueño. Los concesionarios están vacíos,
bajos salarios y la alta inflación, el parque automotor es antiguo con excepción
de los repetidos autos chinos, según muy económicos pero que no tienen venta
libre, son asignados dedocráticamente o revendidos a precios inalcanzables para
la mayoría de la población y los modelos de las más importantes marcas
capitalistas, son importados por los personeros conectados al gobierno con
disposición de la moneda extranjera, controlada por el gobierno desde el año
2003.
Retomando, mi primer
auto es pequeño, color negro, económico, el color fue escogido entre 4
posibles. Como si hubiese sido este año, Las llaves, el asiento, sonido del
arranque, el radio original, causan una sensación única, se puede recordar con
solo cerrar los ojos. El lugar, olor y los detalles de ese primer día, fácilmente
recordables.
Esta semana, 9 años
después de la compra de ese primer auto, sigue dando alegrías, se hizo
extrañar. Tristemente, trae alegría, 3 meses sin batería, estacionado por la
poca disponibilidad en el mercado, motivado por la regulación de sus precios,
la corrupción desatada por los distribuidores y mafias. La política del
gobierno nacional de regular los precios en productos y ordenar a los cuerpos
de seguridad el resguardo en la distribución, se ha convertido en una cotidiana
actividad, catalogada como estrategia económica que ha destruido las libertades
de producir, vender, escoger, adquirir, entre otras, favoreciendo a grupos
corruptos.
Las carencias que se
sufren hoy en Venezuela son muchas, quizás el vehículo con sus accesorios, la
más frívola, de tantas. El sistema improvisado de gobierno, de actuación
maligna, le ha quitado tanto al venezolano, que obtener una harina para la
arepa mañanera, una canilla en la panadería para cenar, unos pañales para el
abuelo que vive en una cama, la medicina del paciente recluido, la leche para
el recién nacido o la batería del único medio de transporte de una familia, es
para todos, ustedes y nosotros, entre tanta podredumbre, un pedacito de
felicidad.
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