Una semana exactamente ha
transcurrido de lo que se puede definir como el inicio de un nuevo período para
Venezuela. Será difícil como todos los principios de procesos posteriores a
descalabros sociales, políticos y económicos, pero hay una fórmula para superar
la crisis, educación, coincidencia y trabajo. Europa lo vivió con las guerras consecutivas,
países que quedaron destruidos pero que en pocos años, finalizados los
conflictos, con trabajo y la madurez de la sociedad que entendió el daño
causado por demagogos, tiranos, corruptos y dirigentes que intentaron suprimir
la diversidad de pensamiento bajo cualquier término, lograron superar
diferencias y luchar por el bien común de la sociedad, el buen vivir.
Una gran cantidad de votos le
permitió a la sociedad venezolana alzar la voz ante 17 años de consecutiva
manipulación, época esa, que logró dividir al venezolano bajo las peores y más
horribles consignas racistas. Quienes han sido los directores del caos nacional
durante la etapa más corrupta en Venezuela, distanciaron a la población y la
dividieron en pobres y ricos, escuálidos y oficialistas, imperialista y
patriota, olvidando el único valor importante para nuestra sociedad, Venezuela
y nuestra bandera, ser venezolanos.
El domingo pasado fue el más esperado
en años por venezolano alguno, el venezolano que hace magia para comprar la
comida con su salario, lo esperó; el venezolano que para llegar a su casa, hace
cola por horas para montarse en un bus, también esperó; al venezolano que la
delincuencia le tocó la puerta, esperó por el domingo; el venezolano que fue
despedido por no marchar, ansioso esperó; al venezolano que carga garrafones de
agua porque a su casa por tuberías el líquido no llega, esperó mientras los potes
cargó; al venezolano que su carro vendió, estacionó o perdió por falta de
repuestos, el domingo para votar esperó; ellos y muchos otros que no atienden a
la ideología fracasada impuesta, más los cansados del circo gubernamental que
se apropió de los medios para disparar ofensas a diestra y siniestra, todos
ellos el domingo esperaron.
La victoria en contra del sistema era
racionalmente esperada por la magnitud de la crisis que se vive en Venezuela,
la cual tiene muchos años tras el escudo petrolero, un caudal de ingresos petroleros,
el más alto del país en su historia. Ese
chorro surtió a los amigos del gobierno, a los fondos manejados a discreción
del ejecutivo, a los negocios de los nuevos empresarios rojos y a grandes proyectos
que fueron administrados bajo la sombra de la dedocracia y la corrupción que no fueron algunos iniciados
y otros no terminados.
El resultado de las elecciones
parlamentarias fue determinante, no es para menos, es el reflejo de la realidad
venezolana, el cansancio, la pobreza, la miseria, la corrupción, la inseguridad, el
desabastecimiento y más. Amaneció el 7 de diciembre y mucho por avanzar resta,
el ejecutivo aún no muestra señales de cambio en su proceder, aún cuando
aceptase los resultados, se ha negado a admitir la necesidad de cambiar
políticas que fracasaron y permanece bajo una dosis de falsa realidad.
El nuevo parlamento sin tomar posesión ha
presentado propuestas y ha manifestado la necesidad de trabajar de la mano del
ejecutivo para contrarrestar principalmente la crisis económica, situación que
le ha quitado importancia a los otros graves problemas que se viven. Quienes
han esperado, desean un pronto cambio, han ejercido su derecho a elegir y
claman por nuevas políticas para caminar por nuevos senderos de oportunidades, cordialidad,
educación, prosperidad para vivir y no sobrevivir en la anarquía inducida por un
proyecto que fracasó.
Es navidad y huele distinto, el reencuentro
familiar, los abrazos, las gaitas, el venezolanismo en su máxima expresión llama
y trae consigo un año nuevo, 2016 lleno de expectativas y mucho trabajo, año de
encuentro nacional y de esfuerzo conjunto para levantar a Venezuela que nació del
domingo más esperado.
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