La pandemia este 2020 ha logrado emparejar a las sociedades alrededor del mundo por días, semanas, meses, por solo un momento. El encierro ha sido el escenario mayoritario para millones de personas que juegan la lotería del virus sin haber comprado boleto.
En Venezuela ese efecto también ocurrió internamente. Las diferencias entre estratos son menos, afectados por la inactividad del momento y sus consecuencias que llegaron para sumarse a la depresión previa causada por otro virus, el chavismo.
Se han encontrado dos tormentas sin dar tregua a una población que pide a su Dios buena salud, hasta tanto puedan migrar o superar el temporal de ambos vendavales.
El encuentro de tempestades y la cuarentena decretada han concurrido para sentar de golpe sobre la realidad a otro lote de gente, los ajenos al problema del otro, los que creían que la bota no pisaba, los que miraban crecimiento en bodegones y normalidad en los precios en dólares con salarios en bolívares; ahora hay menos peores ciegos, disminuyeron los que no querían ver, son más los iguales.
Todos van juntos viviendo en la igualdad, arrinconados en los hogares o en colas por alimentos, caminando largas distancias o suplicando litros de gasolina, pidiendo un día por agua y otro donde no corten el servicio eléctrico.
Después de la tormenta vendrá la calma, se decía el viejo de Ernest Hemingway a si mismo durante cada campaña en alta mar. Un marinero teme al mar bravío pero sabe que si resiste lo verá nuevamente calmo. Corresponde a los que han sido igualados asumirse como marineros entre tormentas y resistir.
Por Simón Peraza Lazarde
@sapl42
El tiempo apremia y la solución no se vislumbra por la falta de coherencia de los políticos de oficio por no complicidad para obtener algún beneficio
ResponderBorrarAdemás la ignorancia de un pueblo famélico que sucumbe en la miseria.