Venezuela como otros países, goza en su extensión
territorial de distintos dialectos apreciables por la población en general. En
el oriente se habla rápido, algunos dirán atropellado; en los andes cantado y
lento, en la capital neutro, en el llano un cantar veloz en comparación con el
andino, entre otros. Cada zona tiene en su vocabulario, jergas, curiosidades y
palabras utilizadas en su cotidianidad.
El idioma castellano es la lengua oficial de
Venezuela. Se enseña desde temprana edad en las escuelas del país, desde hace
muchos años, incluso antes del decreto del presidente Antonio Guzmán Blanco, en
el que se declarase la educación popular, gratuita y obligatoria en el año 1870.
Las nuevas sociedades influenciadas por la
tecnología y personajes que comparten a través de los medios de comunicación,
igual o más tiempo con los jóvenes que con sus padres y maestros, es significativo
garantizar la calidad de los mensajes que se distribuye en ellos.
En esta época los políticos de turno dedican más
horas en los medios de comunicación hablando que concretando soluciones a
innumerables problemas sociales y económicos. Los gobernantes empedernidos que
disfrutan espacios radiales y televisivos durante la agonía colectiva de la
población, podrían mostrar una imagen más digna, que incentive la educación; y
no por el contrario, crear discursos vacíos y repetitivos que demuestran los valores
y el nivel de educación que no tienen, que son necesarios para fomentar un país
digno del siglo en el que se vive. Estos políticos en las parrillas de los
medios de comunicación son complemento de una deteriorada programación que solo
es superada en su mediocridad por el género de música reguetón, causal de deterioro
del lenguaje y comportamiento de niños y jóvenes.
El discurso que perjudica no es, el que se equivoca
una vez y tiene la capacidad de corregirlo, ¡No! Uno de los problemas, es la
repetición insistente, sin remiendo alguno, mientras el televidente, oyente o
lector lo asume como frases y palabras correctas.
El problema no termina allí, se incrementa cuando
los discursos de horas son bañados en inventos, errores en el lenguaje, objeto
de risa del desvergonzado ponente, quien en su incapacidad de corregir,
reincide y se mofa como si fuese un gran chiste. En otras oportunidades, no
solo se burla, sino que, alega haber hecho una broma; que sepan esos políticos
que viven de hablar broza, que más allá de ser una vergüenza, son culpables del
deterioro en el lenguaje de quienes tienen la televisión nacional como la
escuela más cercana a la que han asistido.
No es normal, no está bien y no es nada estético
abusar en la creación imperdonable de sustantivos femeninos en masculinos, o
viceversa. Si uno de los políticos a los que se hace referencia, escribiera
este artículo se duplicarían las palabras del texto y hubiese risas propias
para hacer más populares estas palabras.
Discursos oficiales cargados de barbaridades,
palabras sin sentido e inventadas, uso reiterado de femeninos y masculinos,
cuando aplica y cuando no, están a la orden del día. Las razones podrían ser el
desconocimiento; pero no, la teoría de la intencionalidad en busca de la
repetición para fijar una matriz de opinión, mostrarse populacho y hasta bufón,
o quizás feminista si el público destino en su mayoría son mujeres, demuestra que
se usa disfraz según la ocasión.
Camaleones preparados, preparados para ser torpes,
un absurdo que gobiernen sin preparación y mucha improvisación. El trabajo de
dirección y la capacidad para idear el camino al progreso, debe ser para personas con cualidades y bondades oportunas,
más que ideología vencida y fermentada. Las costuras se le vieron antes de
llevar los títulos y cargos. Las fallas que no procuran ocultar, quizás con
fines de confusión, oculta verdaderas intenciones con simulaciones de memos.
Las limitaciones de algunos funcionarios se pueden
diseminar con la ayuda de un gran equipo de trabajo, no se perdona que figuras
de importante posición no dispongan de la investidura necesaria. Destilan léxico distorsionado que
repiten para convertirlo en moda del siglo XXI. Mucho traje y poco estudio
podría ser una variable de un famoso refrán utilizado por un coloquial Presidente,
abogado y comunicador social.
Se afirma que la falta de estudio en educación
primaria, secundaria o universitaria del Presidente actual, no es la única
razón de su mal hablar. La otra razón, es netamente estratégica, se dice que
para mover la mira del amplio espectro de problemas del país, inventa palabras,
utiliza mal, el completo y rico idioma castellano, es decir, distrae. Podríamos sumar a las bondades de la
verborrea charlatana del señor presidente, la facultad de inculcar antivalores
y subjetivamente promocionar la deserción escolar o interés por el estudio. Algunos
dirán: Yo puedo hablar así, sin reglas, inventando y gritando fuerte a quien no
agrada.
Los aplausos
en el auditorio que constantemente acompaña a esos políticos de turno, no son
garantía, ya se sabe que los heredados seguidores, por cierto, disminuidos,
tienen por costumbre el aplauso de acuerdo al tono de voz del discurso, una
palabra inventada, una frase que ofenda a quien no apoya sus atrocidades ó quizás
un aviso luminoso que indica el momento. Lo cierto es, que los aplausos que
validan el discurso en mal castellano, promocionan la nueva lengua oficial.