Criterio Nuestro es el blog personal de Simón Adrián Peraza Lazarde. Un poco de mucho donde participan colaboradores escribiendo opinión, investigación y demás géneros periodísticos o literarios.

martes, 8 de diciembre de 2020

Juan Bolaños: El señor de los cangrejos por Carlos Lira Gómez

Siempre llegaba a las islas con su equipo de trabajo a estudiar, con el mayor respeto, a los cangrejos. Los buscaba y sólo de ser necesario, los capturaba, los estudiaba, clasificaba, preservaba, etiquetaba y embalaba para llevarlos al laboratorio, y muy eventualmente, los comía. Sólo en este último caso, los cangrejos cobraban venganza y entonces lo intoxicaban, lo hinchaban y lo llenaban de comezón, pero núnca llegaban a asfixiarlo, pues ellos también lo respetaban.

Juan no era un sabio normal, no estaba encerrado en su mundo de academia, donde pocos podían entrar, al contrario en la tarde cuando cesaba la faena de estudio, algo cambia en su interior, su personalidad se transformaba, entonces era un pescador mas, y ayudaba a levar las nasas y a limpiar la pesca, bromeaba como un «hijo de la vecina» y no desdeñaba un trago de lavagallo, que empinaba sin resoplar.

Foto referencial por @mtulard
Los cangrejos no rehuían su presencia, se dejaban atrapar sin importarles si simplemente les iba a dar un vistazo o los iba a introducir en su bolso de muestreo, y cuando llegaba a la orilla, los pescadores le preguntaban por los nombres científicos de los distintos animales que había atrapado, y aunque siempre les respondía con aire docto y misterioso con nombres irrepetibles, luego sonreía y decía – o sea una «caracha patona» o un «morito» o un «capuco» o un «burgao», según correspondiera, y se iba a hacer sus anotaciones.

Las noches siempre eran otra cosa, no importaba cuán largo y ajetreado hubiese sido el día, las noches eran para el dominó o la parrilla a la luz de la luna o simplemente la conversa entre tragos y el cigarrillo que jamás lo abandonaba. Algunos pescadores decían que lo habían visto bucear y fumar bajo el agua…y quizás hasta era verdad.

Casi siempre cuando tomaba café apoyaba un pie sobre una roca, un tronco o cualquier objeto, y se quedaba ensimismado viendo al horizonte como queriendo descifrar algún misterio sólo conocido por él.

Hoy muy de madrugada llegó sólo a la playa y los pescadores se extrañaron por la falta de su inseparable equipo, tampoco escucharon llegar el bote. Juan bromeó con todos, pidió su tacita de café y se fué a ver el amanecer a la orilla de la playa. Cangrejos, camarones, langostas y crustáceos de los más variados y vistosos colores comenzaron amontonarse alrededor de Juan hasta taparlo por completo. Cuando los pescadores intentaron socorrerlo, la marejada de cangrejos comenzó a alejarse poco a poco hasta que sólo quedaron guijarros y la brisa limpió la arena.

Escrito por Carlos Lira Gómez

Régulo López, Juan Bolaños y Jorge Barrios en Cubagua.
Cortesía de la Revista Academia Hoy N°11







martes, 1 de diciembre de 2020

El mejor año de porquería


Son tantas las personas que han sufrido en este pandémico año y tantos otros que se han ido de este lugar, al que unos le llaman la tierra y otros hogar, que pudiese usted sentir pánico si escucha a alguien definir al 2020, como un buen año, el que inició en ese enero de exportación multicontinental de un virus y que asombraba con un terrible incendió en Australia, devorando bosques y miles de especies animales. 

Foto de @purzlbaum
¿Quiénes en sano juicio tras meses donde lo que era ya no es, destrucción de hábitos y construcción de otros nuevos porque sí, escogería al veinte veinte para su top Mejores años de la vida? 

Muchos, los que entendieron que debían aprovechar el cambio y los niños, siempre ellos, pintando porque les gusta y no porque la maestra lo pide, sin usar reloj ni intenciones por saber qué hora será. Van cantando, jugando con sus padres en casa, poniéndose cubrebocas ellos y sus muñecos, posiblemente lo extrañarán cuando la vida vertiginoza retorne con más ahínco. 

El año que se acaba al finalizar este diciembre, ha sido complejo de digerir, algunos aún no pueden y otros, lo hacemos días si y otros cuantos no. Despertar y aprender a vivir sin las cansadas rutinas de siempre, mientras el ánimo va en montaña rusa; la preocupación de tener ingresos variables que pueden llegar a cero, pero con tiempo para leer lo que no se hubiese podido leer ni descubrir, tiene su punto.

En este período no se despierta temprano para llevar a los hijos a la escuela, se intenta cumplir con el -sencillo- rol de maestro en casa, evitando mezclar funciones con las de padres; mientras, se va reescribiendo en cada salida del bunker a la compra, un riguroso método de protección en el que frecuentemente al ejecutarlo, se olvida el tapabocas y debes regresar por él.

Este año ha sido una experiencia buena pero mala, ojalá se entienda. Una etapa que ha dejado aprendizaje pero que no quieres repetir, como una asignatura complicada en la universidad que no pretendes volver cursar, mejor que venga otra distinta; como el restaurant al que deseaste ir y cuando por fin vas, encuentras una mosca justo antes de terminar tu plato, seguro podrás irte sin pagar, que bueno, pero no querrás volver para otra degustación.

Esta porquería ha dejado momentos buenos y muertes, lejanas y cercanas. Jóvenes y viejos han partido adelantadamente, y por eso cuesta decir que el dos mil veinte ha sido un gran año. Tocó además, convivir consigo mismo, sin huir en otras personas, cerca del ser, conociendo quién eres, en este complejo momento que ha dejado tiempo extra para  mucho pensar. 

Con seguridad, hay personas que no han visto lo grandioso que tiene este nuevo mundo desordenado que seguimos descubriendo, tampoco yo lo veo todos los días. Para ello, cada quien debe aprender a amar su caos, como lo explica Albert Espinosa en el Mundo Azul. También serviría formarse en la vida para estar atentos a encontrar detalles que se miran, aprovechando el tiempo, quitando atención a lo prescindible.  

El horizonte seguirá mostrándose empedrado y con baches de todas dimensiones, cuarentenas en diversas modalidades se extenderán alrededor del mundo al menos hasta 2021, por lo tanto, las condiciones en el globo no habrán cambiado mucho cuando iniciemos el siguiente calendario. Entonces, corresponderá sin saber realmente hasta cuando, seguir esquivando contagios y seguir aprendiendo. 

En algunos países irán arreglandose las rutinas, mientras en otros, no quedará mejor opción que amar al caos, tu caos, como lo describe Albert. Por eso, no estaría de más ni tampoco mal, adelantarse e inscribirse en el selecto y reservado grupo de gente que incluye y recordará al mejor año de porquería, como un top five, como mi hija que lo ha hecho y recién ha cumplido cinco años de edad.

Por Simón Peraza Lazarde
@sapl42