Se dispersan por el mundo buscando encontrar nuevas piezas que sustituyan las perdidas, las partes que fueron cayendo mientras pasaban los años mientras los derechos se disolvían, disminuidos lentamente como consecuencia de un plan macabro que no ha dejado de ejecutarse, algunas veces con mucho ruido, otras silentemente.
Remplazar piezas para
empezar a sanar es la siguiente misión para los caminantes que buscan en otras
latitudes lo que se perdió en su lugar de origen.
¡Gran problema!
El origen
tampoco les suelta, persigue, ataca más que los actos xenófobos.
Venezuela sigue doliendo, mientras el caminante avanza sin lograr soltar.
Hay más caminantes, otros tantos, son esos que deambulan dentro del país, están más lejos de sanar, es un
grupo que camina a la deriva sin saberlo. Sus pasos muestran su afectación causada
por el mismo poderío que azota la nación.
Han quitado libertades,
siguen arrebatando derechos y borran el tiempo de vivir, eliminando momentos en
familia, suprimiendo el compartir de amigos, y para los que menos tienen o han
tenido, despojan cualquier mínima posibilidad de vivir con calidad, es ese el
plan macabro.
Caminantes locales, afectados
e incapaces de auto diagnosticarse y mucho menos de tratarse, se aferran a lo
que conocen como si fuese un salvavidas, algo que creen conocer, pero no está
más. El trabajo ha dejado de ser trabajo, es la esclavitud moderna pagada en moneda
fuerte y soberana que solo compra agonía dentro del programa.
En Cuba, donde los
caminantes existen años antes, unos cuantos más que en Venezuela, allá
donde inició el plan macabro décadas atrás; unos delincuentes han logrado
ejecutar bajo método minucioso la dominación sobre la población de forma
exitosa, tan es así, que es ahora su principal producto de exportación para
Latinoamérica y su mejor franquicia tiene por capital Caracas.
Si algún caminante ha
dejado de estar roto, no hay evidencia que lo demuestre, pero cada caminante
sigue dando pasos intentándolo, unos lo buscan en otras latitudes y otros
dentro de las fronteras. Cuenta una leyenda que los cubanos tienen de esos
caminantes, unos son pesimistas que se fueron a Miami, y los otros, optimistas nunca salieron de Cuba.
Los pesimistas de
Venezuela también se han ido al exterior, los optimistas continúan trabajando y transitando por las calles venezolanas. Estos pesimistas y optimistas tienen mucho en común, no
importa donde estén, son venezolanos anclados en su origen, son caminantes
rotos.
Por
Simón Peraza Lazarde
@sapl42