Criterio Nuestro es el blog personal de Simón Adrián Peraza Lazarde. Un poco de mucho donde participan colaboradores escribiendo opinión, investigación y demás géneros periodísticos o literarios.

viernes, 11 de enero de 2019

Viviendo a ritmo de gasolina


Mi papá, hermano y cuñado conversan con el fin de acordar a quien le corresponde levantarse a las cuatro de la mañana. Mi hermano sabe que es su turno pero quizás deba llevar a su novia al trabajo. 

Tenía cuatro años sin pisar suelo tachirense, esta vez estrenaría aeropuerto. Aterrizaría un martes en La Fría, población alejada de la capital del estado, donde termina el llano e inicia el ascenso, con temperatura similar a mi Isla de Margarita.

Como siempre, mi padre viaja al aeropuerto con el mismo taxista. Llegaron sin inconvenientes, el temor del viaje terrestre al terminal por las continuas protestas a falta de gas doméstico en las poblaciones aledañas al aeródromo, era una preocupación. 

"Hace unos días trancaron las vías, colocan las bombonas y nadie pasa. Hoy no será así, mira como esperan las bombonas en la orilla de la vía", cuenta quien maneja sin asombro, mientras adelanta un camión 350 con bombonas y personas sonrientes sentadas sobre ellas, custodiando de esta forma la carga hasta su destino, hogares.

En el 2014, última visita bien recordada. Parte del país, en especial San Cristóbal, estaba en plenas protestas. Los recordados campamentos de gochos arrechos, adultos, jóvenes, abuelos y más; reclamaban por las muertes, el mal vivir, la tiranía y la precaria vida del venezolano que tanto afectaba al Táchira; y que hoy, cuatro años después perjudica a todo el país y al estado andino más.

Una semana de recorrido bastó. El deterioro de una de las ciudades más bellas de Venezuela. San Cristóbal, la de colas por gasolina, también se hunde en la basura. El desgobierno nacional, regional y municipal, se evidencia en cada esquina cundida en montañas y pilones de desperdicios. 

La belleza natural de las montañas aún está, pero debes mirar colina arriba, lo cercano muestra la deforestación y construcción sin planificación que hace juego con bolsas, papeles, moscas y demás mugre que sirve de manjar al ganado en lomas de la ciudad; un paisaje que parece ser nuevo y acostumbrado a la vista de algunos habitantes.

El Táchira segunda tierra para mí, grato lugar al que volver por la familia, los recuerdos de vacaciones, el año residiendo, paseos a Peribeca, La Petrolia, San Pedro del Río, la historia presidencial oriunda, la plaza Los Mangos, el parque Metropolitano, la atiborrada Quinta Avenida, el Ateneo del Táchira, la piscina del Círculo Militar, entre otras, me obligaron a escribir. 

La discusión familiar al arribar a casa deja la siguiente conclusión: Los vehículos necesitan gasolina. Mi hermano despertará de madrugada. Queda entendido, que una vez por semana toca, sí o sí. Para esa rutinaria misión que ocurre desde aproximadamente tres años, embarca: Un instrumento de percusión, sándwich, café y un envase para orinar. 

Desde hace 1095 días se hacen filas por suministro de gasolina y contando. Él, ensaya con un cajón o baquetas, come, orina, duerme y toma café durante la espera. La longitud de la cola es kilométrica. Durante la estancia decembrina, logré ver carros en espera marcados con números seiscientos y pico, de ese tamaño es la espera que sube y baja, o baja y sube las empinadas calles del Táchira. 

No todo está perdido, en los nueve días de visita, había gente barriendo sus casas y sus frentes sin importar el origen de la basura, amigos siguen emprendiendo a pesar de las dificultades, se consiguen los pasteles, siguen haciendo el pan camaleón y mi familia trabaja unida, un equipo que surfea dificultades de la Venezuela de hoy, las mismas de otras regiones, más la gasolina.

En Táchira no se olvida el frío, esporádicamente ese clima aparece en las mañanas, no tan gélido como las madrugadas de neblina cuando emprendía el viaje a Santo Domingo o San Antonio para tomar el madrugador, un vuelo a primeras horas de la mañana.

A las siete, mi hermano avisó a casa para que bajasen otro carro, pudo esta vez guardar puesto para el vehículo de nuestro padre. Nueve horas después era la una, cuando lograron cargar los tanques que bien administrados resistirán la semana y unos días más con extrema cautela.

¿Por qué tantas colas? La explicación generalizada y silenciada, indica que un gran porcentaje de habitantes perciben ingresos de la venta del hidrocarburo. Guardias o ejército custodian las estaciones de servicio donde inician esas largas líneas de vehículos. Camiones y carros modelos ochentosos abundan, son mayoría. Cuenta una leyenda viva que la mayoría de esos automóviles tienen más de un tanque de gasolina.

La cena de navidad llegó y recuerdo que restan pocos días para volver a Margarita, bajo el pensamiento de la desconexión, desinformación y el desinterés por lo que vive otro venezolano. El Zulia sin luz por días, Nueva Esparta no tiene ferris, Táchira sin gasolina, poco preocupa, si no eres directamente afectado.

A madrugar para volver. El conductor espera un recorrido hasta el aeropuerto sin dificultad en el que viendo nuevamente el caos, pienso: “En San Cristóbal las esquinas con montones de basura son tantas como carros en colas por combustible”.

De vuelta a Margarita y llegada la noche, llamo para conversar del viaje, el regreso a la isla. Le cuento a mi padre que estuve hablando con un vecino todo el vuelo. Tiene nueve meses viviendo en Cúcuta y regresó a pasar fin de año con sus hijos. Durante la hora de trayecto aéreo, este amigo sin querer ni saber, me confirma un eslabón de la práctica de corrupción y tráfico de gasolina no narrada hasta ahora.

La mayoría por no utilizar la frase: “Todas las personas” con autos entre Cúcuta y Bucaramanga, es decir, en una distancia de 200 kilómetros aproximadamente, adquieren gasolina del contrabando proveniente de la frontera venezolana, un jugoso negocio. Sin terminar de hablar, mi papá me escucha, comenta poco y termina la conversa. “Hablamos mañana, nos toca madrugar, no tenemos gasolina”.

Simón Peraza Lazarde
@sapl42